La
abogacía lleva diariamente a situaciones complejas en que
sentimientos y raciocinio se entremezclan con la propia
profesionalidad de las partes. Como en muchos ámbitos de la vida, la
habilidad para desarrollar este campo vendrá determinada en parte
por la formación o práctica en casos reales, y por otro lado de la
propia capacidad de aprendizaje y talento innato de la persona. Un
máster
en abogacía permite obtener las horas de práctica necesarias
para entender cualquier tipo de situación, pero sin la capacidad
intelectual para leer cada oportunidad y las herramientas para ello,
no se podrá llegar al máximo de las posibilidades personales como
abogado.
Ahora bien, en toda carrera laboral dentro de la
abogacía, existirán momentos como los que introducíamos en las
primeras líneas del artículo y que llevarán al límite las
capacidades de cada abogado.
Defender
una causa justa es el ideal de muchos, pero lo cierto es que en cada
juicio hay un prisma opuesto para según qué lado de la sala
pongamos la atención. Es cierto que el mundo no son blancos y negros
salvo en muy pocas situaciones concretas, los grises mueven los hilos
del derecho, y en ese equilibrio conviven los abogados.
El
gran dilema surge al defender una causa perdida, una persona culpable
que atiende al juicio para conocer su castigo y no para poner a
debate su inocencia. ¿Hasta qué punto se deben castigar sus
acciones? ¿En qué mesura? ¿Cómo defender una situación así?
¿Ganar a nivel profesional podría significar perder a nivel humano?
La
ética laboral y las emociones se entremezclan en un torrente de
alternativas e involucrados del que difícilmente se puede salir con
un argumento irrebatible. Y es que como muchas veces sucede, el
juicio en estos casos traspasa a los afectados de forma directa,
llegando a instaurarse en el seno de las familias y círculos más
próximos que un vínculo directo o indirecto con el caso. Defender
algo en lo que no se cree por profesionalidad es algo complejo y que
solo la experiencia y un abogado curtido puede proporcionar.
El
mundo de la abogacía será un desafío constante para quienes la
practiquen así que la pregunta que surge es evidente: ¿estás
preparado y motivado para asumir este reto?
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