Solicitar un préstamo es
una forma de superar una situación económica difícil. Sin embargo,
en ocasiones renunciamos a ello porque siempre se necesitan realizar
un sinfín de trámites que justifiquen la solicitud y que además
puedan convencer a la entidad bancaria de las posibilidades reales de
pagar el crédito. La crisis financiera ha disparado la morosidad y
ha empobrecido a la población; por ello las entidades de crédito
han aumentado sus exigencias para prestar dinero.
Éste es justamente el
motivo por el que los bancos exigen varias garantías que les sirva
para asumir un riesgo menor y asegurarse la devolución del dinero
prestado en el tiempo acordado. Sin embargo, esta práctica lo que
hace es aumentar el riesgo de la persona que solicita el préstamo y
a la que a menudo se le exige aportar un aval que sirva como
garantía.
La
persona que accede a convertirse en un aval pasa a ser una garantía,
cuya finalidad es demostrar a la entidad de crédito que, aunque
quien recibe el préstamo no cuenta con suficientes garantías para
la concesión del mismo, hay un cotitular que responde por el titular
y se compromete de manera firme a pagar la cantidad que este haya
dejado de abonar, cuando esto ocurriera.
“La
generosa iniciativa de avalar a un pariente o amigo puede suponer
graves consecuencias económicas para el avalista.”
El riesgo para la persona
que sirve de aval es muy alto ya que ante un impago del prestatario,
el banco o caja de ahorros le exigirá la cantidad a deber así como
las penalizaciones y los gastos derivados del contencioso, como los
juicios. Si el avalista asume el pago de la deuda, la entidad no
suele exigir más y el pago del préstamo suele seguir su curso.
En cambio, si la entidad
no consigue que el avalista se haga cargo de la deuda, suele darse
inicio a una demanda judicial, que en caso de ejecutarse suele
conllevar la petición de embargo de los bienes tanto del titular del
préstamo como del avalista.
Implicar a una tercera
persona que sirva como aval para la devolución del préstamo es una
situación poco deseable tanto para el avalista como para la persona
que solicita el crédito. Por esta razón desde hace ya algunos años,
las empresas de capital privado también ofrecen la posibilidad de
solicitar préstamos
sin avales, es decir, conceden préstamos a particulares
sin tener que presentar un aval. De esta forma, el riesgo lo asume
únicamente el prestatario y no necesita que un familiar o amigo se
convierta en la garantía con sus bienes y propiedades; una opción
mucho más cómoda y con un menor riesgo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.