La cantidad de enchufes que rodean nuestra vida son, seguramente incontables. Enchufes para la batidora, para el secador, para la lámpara de nuestra mesilla de noche, para la lavadora, para el cargador del móvil, para el ordenador, enchufes por todos lados. Si no fuese porque siempre los utilizamos diría que estamos rodeados. La utilidad de estos pequeños objetos es incomparable. Existen de mil maneras y de mil formatos, lacados, de plástico, de madera, de cientos de colores, de suelo, de techo o de pared, hay incluso tiendas online especializadas en enchufes y mecanismos eléctricos como iluminacionexpress.com. Si no necesitas un enchufe en tu vida es que estás muerto o desahuciado. Incluso en el paraje más inhóspito, incluso en los países más recónditos, las casas y los establecimientos tienen su propia red eléctrica. para lo cual requieren de al menos un enchufe, tan esencial y tan básico como esto.
No hay que confundirse con el enchufe necesario para conseguir un puesto de trabajo. Ese tipo de enchufe suele tener dos manos, dos orejas, una lengua y un buen contacto. Los enchufes a los que nosotros hacemos alusión son aquellos que tienen tan sólo dos pequeños agujeros, un sistema de cableado y una red eléctrica detrás para suministrarnos todo aquello que necesitamos. ¿Alguien ha pensado alguna vez qué sería de nuestra civilización sin energía? No podríamos vivir de noche, no podríamos fabricar aviones para viajar y conocer el mundo en el que vivimos, no tendríamos ordenadores ni, por supuesto, acceso a internet, no tendríamos tele... Bueno, esto más sería una suerte en vez de un auténtico horror. ¿Cocinar? No podríamos cocinar los alimentos, a no ser que volviéramos al fuego, y no podríamos hacer fuego en el interior de nuestras casas, porque terminaríamos quemando algo o a alguien sin ningún tipo de duda. Así que tendríamos que salir a la calle, en plena noche invernal, a buscar unos troncos y a cortarlos, si es que quedasen troncos alrededor de las poblaciones, para poder comer algo caliente y no morir congelados todos apiñados.
Los enchufes, ¡qué gran invento!
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